El acoso es algo que puede ocurrir a la gente común y corriente. Es un problema generalizado y común. Y nadie lo conoce mejor que esta mujer que relató su historia a la BBC:
Nos conocimos hace unos 25 años cuando ambos trabajábamos en el negocio de mis suegros.
Él era buena compañía, algo excéntrico, pero un hombre interesante con quien conversar.
Eventualmente nos hicimos amigos cercanos. Él conoció a mi esposo y sus padres e incluso lo nombramos padrino de nuestro hijo.
Pero pocos años después las cosas cambiaron y se volvieron algo raras y agresivas.
Él se mostró demasiado interesado en la educación de nuestro hijo y en las decisiones que estábamos tomando al respecto.
Mirando al pasado teníamos que habernos dado cuenta de algo estaba mal, pero lo dejamos pasar para evitar confrontaciones.
En esa época él se estaba divorciando y yo creía que yo representaba el tipo de ama de casa que él siempre había querido.
Soy buena cocinera. Sé tejer y remendar calcetas. Y tengo un hijo.
Decidimos mudarnos de la zona y eso cambio las cosas. Para él fue totalmente perturbador y se volvió cada vez más inoportuno.
Con cartas y llamadas telefónicas nos dijo que estábamos "persiguiendo un estilo de vida".
Cuando eventualmente nos mudamos pensé que nos habíamos escapado de él. Pero estábamos equivocados.
"No queremos contacto"
Le envió una carta a mi suegra que claramente tenía el objetivo de causar una división familiar. Afortunadamente nos dimos cuenta y entonces decidimos cortar todos los vínculos con él.
"No queremos tener más contacto", le dijimos.
Él no escucho.
Sus cartas y llamadas silenciosas se hicieron cada vez más desagradables y cuatro años después de mudarnos parecía que nunca podríamos escaparnos.
Yo no podía salir a mi propio jardín porque estaba muy asustada.
Hubo dos incidentes en el que yo estaba en la casa y encontré algo colgando en la puerta trasera. Era obvio que él había estado en el jardín.
Cuando eventualmente logramos que la policía interviniera él se mostró aparentemente sorprendido cuando lo amonestaron.
No se daba cuenta de que lo que estaba haciendo estaba mal, lo cual lo hacía más amenazador.
En lugar de enviarme cartas comenzó a enviar postales que mi hijo podía ver.
Cuando emitieron una orden de restricción en su contra ya había estado acosándome durante seis años.
Pensé que eso ayudaría. Pensé que lo detendría, pero después de una pausa de tres semanas, siguió como si todo fuera normal.
Cuando eventualmente violó la orden fue llevado ante un tribunal.
Yo era una testigo protegida así que hablé detrás de una pantalla.
Él se defendió a sí mismo. Dijo que habíamos tenido una relación y que yo debería ser acusada de perjurio por negarlo.
Esto significó que tuve que pasar por el trauma de un cuestionamiento invasivo sobre nuestra supuesta relación.
Perdió el juicio y permaneció en silencio durante las nueve semanas en que fue encarcelado.
En esa época comencé a preguntarme: ¿Y si nos ataca?
No me tentaron las ofertas de "conozco a alguien que puede amenazarlo".
Mi acosador es el tipo de persona que usaría eso para ir a la policía y hacerse la víctima. No es tonto. Es muy, pero muy listo.
Ataque
Las cartas volvieron a empezar. Violó la orden de restricción por segunda vez y tres días antes de que debiera presentarse en el tribunal un extraño ruido nos despertó en medio de la noche.
En la mañana sonó el timbre y mi esposo bajó a abrir. Mi acosador estaba en la puerta con una pistola.
Mi esposo empujó la puerta pero él trato de forzar la entrada. Hubo un forcejeo y mi esposo logró cerrar la puerta.
Llamé a emergencias. El acosador estaba tratando de abrir la puerta trasera y nosotros corrimos a encerrarnos en la recámara.
Lo escuchamos dentro de la casa, iba de cuarto en cuarto buscándonos y llevaba un hacha para derribar la puerta.
Le dije a mi esposo: "Creo que debemos de saltar".
Yo salí por la ventana. Es increíble lo alto que puedes saltar cuando tienes que hacerlo.
Una vez en la calle comencé a correr y esperaba encontrar a la policía lista para protegerme, como en los programas policíacos de la TV. No fue así.
La policía estaba estacionada al final de la calle esperando a que llegaran los oficiales armados.
Corrí hacia la casa de enfrente y un extraño que estaba saliendo a trabajar me dejó entrar para protegerme. Mi esposo salió poco después.
El acosador estaba en nuestra casa. Pasaron varias horas hasta que se rindió y su regalo de despedida fue colocar en nuestra casa unos explosivos falsos pero convincentes, con lo cual llamaron al ejército.
Es difícil expresar lo que siento. Todos piensan que estar asustado es algo pasajero.
Pero es una presión de terror constante. Es como vivir bajo un enorme peso. Pero el día del ataque no sentí ningún miedo.
Euforia
Los días que siguieron sentí cierta euforia por haber escapado. Mis sentidos se habían intensificado. Los colores eran más brillantes, los ruidos más agudos y la gente parecía hablar velozmente.
Pero eso pasó pronto y cuando me di cuenta de lo que había pasado me sentí profundamente afectada.
Ambos quedamos terriblemente afectados y terminamos enfermándonos.
No quise cambiar las cerraduras, ni cambiar los cojines de mi cama.
Y estaba convencida de que él lograría escaparse de la prisión. Sé que eso es improbable porque continúa escribiendo cartas que ahora paso directamente a la policía.
No será liberado hasta que pueda probar que ya no es un riesgo.
Tras años de haber sido acosada hay partes de mi que quedaron tan afectadas emocionalmente que nunca podré sanarlas.
Siempre me sentiré insegura con el correo y tengo pesadillas. Pero no son pesadillas sobre el ataque, sino sobre etapas previas cuando pienso que debí hacer algo para detenerlo. Es irracional porque en realidad no pude haber hecho nada para detenerlo.
Ahora tengo un trabajo en el que estoy involucrada con muchos extraños, pero estoy mucho más alerta cuando siento que algo no está bien.
Estoy mucho más preparada a escuchar mis corazonadas que a ignorarlas por cortesía.