La corrupción se ha convertido en una parte molesta e inevitable de la vida diaria para muchos mexicanos, y tal como cuenta la corresponsal de la BBC en México, Katy Watson, ella descubrió lo fácil que es verse arrastrado al mundo de los sobornos y las "mordidas" sin enterarse de lo que está ocurriendo.
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No hace mucho mi pareja y yo viajábamos por sur de la Ciudad de México; él iba al volante, yo era la pasajera que leía el mapa.
Poco después de comenzado nuestro viaje, nuestro sistema de navegación nos sorprendió diciéndonos que entráramos a lo que creímos era un carril para autobuses.
Habíamos estado en Ciudad de México suficiente tiempo para conocer el reglamento de transporte más importante: nunca entres en uno de estos carriles, ¡pase lo que pase!
Así que no entramos. Lo que ocurrió fue que cruzamos uno, aunque brevemente.
Es verdad que actuamos con exceso de cautela, estábamos algo perdidos, pero pensamos que habíamos evitado el problema.
Nos equivocamos. En segundos una patrulla comenzó a seguirnos.
"¿Se dieron cuenta de lo que hicieron? Entraron en un carril de autobuses", dijo la mujer policía que se había acercado a nosotros.
"Hola", contestamos. "Lo sentimos mucho, en realidad no entramos al carril sólo lo cruzamos".
Quizás esperábamos una sonrisa amistosa y algo como: "Bueno, no lo hagan otra vez. Sigan adelante".
Pero en lugar de eso nos dijo: "Esta infracción tiene una multa de 2.800 pesos(US$160). Por favor párense en la próxima esquina".
Lo hicimos. Y cuando nos detuvimos nos dieron dos opciones: o confiscaban nuestro auto y pagábamos la multa más el depósito de vehículos cuando lo recogiéramos, o pagábamos ahora y podíamos continuar con nuestro trayecto.
Bueno, la segunda opción parecía bastante lógica, ¿no?
Pero entonces nos dimos cuenta que no teníamos suficiente dinero. Así que la policía se ofreció a llevarnos a un cajero automático.
En ese momento comencé a sospechar un poco. ¿La policía nos llevaba a una máquina de efectivo?
Estoy segura de que esto no ocurre en mi país. Pero era la primera vez que me había visto en problemas con la ley aquí y la verdad es que lo hicieron de forma tan profesional que ni siquiera se sintió como un soborno.
Cuando retiramos el dinero, mi pareja lo entregó y pidió un recibo. "La máquina se descompuso", dijeron. "¿Pagamos un soborno?", nos preguntamos.
"Su licencia está limpia señor", le dijo animadamente a mi pareja la mujer policía después de mirar la pantalla de su computadora.
Qué irónico: "Licencia limpia, policía sucio".
Impotencia
Reportamos el incidente en la estación de policía poco después, pero -como esperábamos- hicieron muy poco.
Toda la experiencia, además de enfurecerme, me hizo sentir indefensa. Y me hizo pensar en la impotencia que muchos mexicanos sienten en situaciones mucho peores.
Este es un país donde el 98% de los asesinatos no se resuelven. La cultura de la impunidad es aterradora.
La corrupción es una enorme amenaza para el funcionamiento la economía número 15 del mundo: algunos cálculos indican que cuesta hasta el 10% del Producto Interno Bruto (PIB) del país.
"Tenemos un respeto muy pero muy pobre por la ley", afirma María Ampara Casar, quien trabaja en un agencia anticorrupción.
"La corrupción está extendida, no sólo en el sector público sino también en el privado, e incluso entre los ciudadanos comunes y corrientes".
Es un asunto que un grupo de intelectuales, académicos y otros han estado tratando de abordar en una campaña llamada "3 de 3".
Lo que intentan es cambiar la ley sobre corrupción y hacer que los políticos rindan más cuentas, declarando tres cosas: su patrimonio, sus intereses y sus impuestos.
La campaña ha sido un éxito. Han recogido 300.000 firmas, lo cual significa que el Senado está ahora obligado a debatir sus propuestas.
¿Cultural?
Hay quienes describen la corrupción como parte de la cultura aquí. Por supuesto, el precandidato republicano estadounidense Donald Trump ha contribuido diciendo que los mexicanos son corruptos.
Incluso el presidente de México, Enrique Peña Nieto, ha subrayado que la corrupción es un asunto cultural. Pero esto es algo con lo que está en desacuerdo Enrique Cárdenas Sánchez, quien es parte de la campaña 3 de 3.
"No creo que sea algo cultural. Hay millones de mexicanos que cruzan la frontera de EE.UU. y no son corruptos, debido a las instituciones allí, debido a los cuerpos policiales y a no tener la oportunidad de corromper a nadie", me dice.
Me reuní con Juan Pardinas, quien dirige el Instituto Mexicano para la Competitividad. Mientras conversábamos sobre los problemas de corrupción en México, lo comparaba al escándalo de gastos del Parlamento británico.
"Sí", dijo Pardinas. "Seguí esa noticia y los mexicanos pensábamos que era realmente tierna. O sea, un político británico declara el gasto de una suscripción de TV por satélite en su casa para cobrarlo luego. !Por favor! un político mexicano declararía toda la casa completa", dice riendo.
Pero entonces se pone serio.
"Los mayores problemas que México tiene que enfrentar ahora, el crimen organizado, la violencia, la pobreza, la falta de crecimiento económico, están directamente vinculados a la inhabilidad del Estado para castigar a la fuerza de policía y los políticos que se han corrompido por el crimen organizado".
"Si no enfrentamos el problema de la corrupción, no podremos enfrentar todos los otros problemas de México", asegura.