"Es una pesadilla que, además, no parece que vaya a acabar nunca", dice Laisy Francine Costa e Silva.
La brasileña de 19 años se refiere a una situación que hace que Fernando de Noronha, un archipiélago volcánico de Brasil declarado patrimonio de la humanidad, no sea el paraíso que parece ser.
No lo es al menos para las que, como Costa e Silva, están embarazadas.
La joven está esperando su primer hijo y al igual que las otras gestantes tendrá que dejar la isla en el séptimo mes de embarazo para dar a luz en Recife, la capital del estado de Pernambuco y situada a 545 kilómetros.
Es así desde 2004, cuando cerraron la última unidad de maternidad de Fernando de Noronha.
Era uno de los servicios del Hospital San Lucas, y las autoridades decidieron clausurarla al considerar que la infraestructura era demasiado costosa para la media de 40 nacimientos que tienen lugar en la isla principal del archipiélago, la única habitada.
Los habitantes se muestran indignados con la medida, y algunos se quejan de que es una "violación al derecho de nacer".
De esa situación habla el documental Nadie nace en el paraíso, del brasileño Alan Schvarsberg.
El director supo del tema hace dos años, cuando impartía un taller de videoactivismo en Noronha.
"Estábamos hablando de los temas que (los participantes en el curso) querían abordar, y la prohibición de parir fue la que más mencionaron", cuenta.
Sin prohibición legal
No existe ninguna ley que impida dar a luz en el archipiélago.
Pero la Coordinación de Salud con sede en Recife se encarga de que las madres dejen Fernando de Noronha a partir de la semana 34 de gestación.
Y lo logra, aunque tenga que insistir, dice Schvarsberg.
Monique Souza sufrió esa insistencia y relata su experiencia en el documental.
"Lo peor es tener que salir de tu casa", le cuenta a Camilla Costa, del servicio brasileño de la BBC.
"Había unas 40 mujeres embarazadas en aquella época, y unas cuatro esperaban dar a luz en las mismas fechas que yo", recuerda.
La llamaron compartir los gastos de un médico para el parto, pero luego un asistente social le explicó que no tener acceso a una unidad de ciudados intensivos podría ser un problema si el alumbramiento se complicaba.
"Escuché que a otras madres les llegaron a decir que la culpa sería de ellas si el bebé tenía complicaciones".
Pero de acuerdo al organismo de salud de la isla, el trato no es tan malo.
Explica que a las mujeres embarazadas se les da atención hasta el séptimo mes y después son enviadas a Recife, con billetes de avión de ida y vuelta pagados para ellas y sus acompañantes.
En algunos casos les costean el alojamiento en un hotel de la capital pernambucana, así como tres comidas al día y los gastos de transporte para que se desplacen a las consultas médicas.
Sin embargo, no todas las mujeres están satisfechas con la oferta.
Por ejemplo Silvia Souza da Silva, de 22 años, dice que cuando en 2011 tuvo a su primer hijo no recibió la asistencia adecuada.
Asegura que solo le dieron el pasaje, y que no se hicieron cargo de los gastos de alojamiento.
"Para mi segundo hijo —nació hace tres meses— exigí el hotel", le dice a Camilla Costa, del servicio brasileño de la BBC.
"Si no exiges tus derechos no te dan la asistencia".
Soledad y falta de ocio
Otra de las quejas más frecuentes de las embarazadas es la soledad y la falta de opciones de ocio durante la espera, sobre todo para quienes les falta el dinero.
"Íbamos del hotel al hospital y del hospital al hotel", recuerda Souza da Silva.
"Fue difícil permanecer en la habitación, mirando a las paredes", reconoce.
"Y como me llevé a mi hijo de 4 años, para él tampoco fue fácil. En Noronha puede correr y jugar en el patio, pero allí tuvo que quedarse en el cuarto".
Para Marilde Martins da Costa, quien cumple su tercer mandato en el organismo de salud de Noronha, "el problema es puramente político".
"No se justificaba que, teniendo una o dos parturientas al mes y un vuelo diario, tuviera que venir un médico y un anestesista para el parto. Llegaban un día y volvían al otro", le explica a BBC Brasil.
De acuerdo a la coordinadora de salud de la isla, Fátima Souza, es inviable reabrir el servicio de maternidad en Noronha, principalmente por la falta de recursos.
"Un servicio de maternidad, para funcionar, requiere de toda una estructura", le dice a Camilla Costa, del servicio brasileño de la BBC.
"Y nosotros tenemos, como máximo, 40 partos al año", apunta.
"Es imposible mantener la estructura y no hay suficiente personal", asegura.
Souza dice que para mantener un servicio constante de maternidad en el Hospital San Lucas harían falta al menos US$38.000 al mes.
Según los datos de la Coordinadora de Salud, la administración gastó cerca de US$19.000 en pasajes de avión de ida y vuelta para las mujeres que fueron a Recife a tener hijos y para sus acompañantes.
"Traumático"
"Creo que así (llevando a las madres a Recife en el séptimo mes de embarazo) se las protege de un problema mayor. Porque dejarlas en una isla sin condiciones para atender casos complejos que sabemos que pueden pasar es un problema mayor que los transtornos por cuestiones emocionales".
Además, la trabajadora social encargada de atender a las madres en la capital de Pernambuco, Talita Lima, dice que no es común que las embazaradas se quejen de la angustia.
Sin embargo, todas las mujeres consultadas por Camilla Costa, del servicio brasileño de la BBC, hablaron del costo emocional de ser separadas de sus familias en la última fase del embarazo, con poco dinero y sin opciones de ocio.
Para el director del documental Nadie nace en el paraíso, Alan Schvarsberg esto es más grave de lo que parece, ya que no siempre llegan las quejas de estas mujeres a las autoridades.
"Todo viene de tierra firme, como el agua potable, y aquí dependen de la administración. Así que existe el temor a decir algo y que hayan represalias", le dice a la corresponsal del servicio brasileño, Camilla Costa.
Y vas más allá: "En mi opinión es una forma de exterminio de la población local muy perversa".
"Las mujeres pueden inscribir a sus hijos como nacidos en Fernando de Noronha (aunque nazcan en Recife), pero el embarazo se estrá convirtiendo en algo muy traumático", dice.
"Esto está provocando que, poco a poco, menos mujeres quieran quedar embarazadas".